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lunes, 15 de octubre de 2018

Meditaciones 35


En su interior se movía suave o impetuoso,
resonando siempre, el mar.
Las olas acudían a dibujar cada mañana
una sonrisa de espuma en su semblante.
Otras veces anegaban sus ojos
y bajaban por los surcos de su rostro
sanando, con un bálsamo de agua y sal,
antiguas y hondas heridas.

*

Para poder llegar el cielo de la plenitud,
solo se puede descender por el paseo de la humildad,
atravesando la calle de la cotidianidad,
rodeando la plaza de la realidad
hasta aparcar en la avenida del corazón fraterno.

*

En medio de las dificultades diarias,
de la enfermedad, los sufrimientos
y las noches oscuras de la existencia,
junto a otros momentos de alegría y felicidad,
lo verdaderamente difícil es creer
que provenimos del hontanar de donde mana la vida
y que estamos llamados
a seguir recreando de alguna forma la vida.

*

Cada día a tu lado
es como un nuevo comienzo
para aprender a vivir en plenitud.

*

Hay algunos acontecimientos
que marcan profundamente nuestra existencia
y que no dependen de nosotros.
En esos momentos reconocemos nuestra vulnerabilidad.
Entonces el silencio es la única respuesta,
ante lo que no comprendemos
y nos deja sin palabras.

*

Felices serán quienes ascienden
por la ancha y sorprendente
escala del encuentro inesperado.
Dichosos quienes desciendan
hacia la profunda alegría
de la vida compartida.

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