Dedícate a escuchar con
atención
lo que le sucede a los demás,
lo que ocurre a tu alrededor,
en el mundo.
Lo que se contempla con los
ojos y los oídos
y se criba por el filtro de la
empatía,
madura y enriquece tu corazón
conmovido.
*
Qué hermoso sería llegar a
decir
en el atardecer de tu propia
existencia:
“Volvería a hacer de nuevo
todo lo que he vivido,
con las personas que me han
acompañado en mi camino
y que me han hecho sentir tan
feliz”.
*
Habla cada día menos de Dios,
intenta mejor vivir, reflejar,
respirar a Dios:
el que te habita, te sustenta
y anima desde dentro,
el que te rodea y fascina en
todo lo que existe,
el que está latente también en
los demás.
*
Hagamos lo posible para que
las fuerzas del amor,
la solidaridad, la
cordialidad, el entendimiento,
en la búsqueda de un mundo
mejor,
no acaben absorbidas por los
agujeros negros
de un universo de odio,
egoísmo,
exclusión, maltrato y
desprecio.
*
Me siento como un árbol al
final del otoño,
desnudo de certezas ante el
frío de la noche,
pero sintiendo la savia que me
reaviva por dentro,
con las raíces asentadas
firmes en la tierra
y las ramas entrelazadas
apuntando al firmamento.
*
Día y noche me mantengo
en continua búsqueda
en la confianza de que,
en algún momento,
me encuentre al hallarte a ti.
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