Felices quienes se muestran agradecidos
ante tantos gestos de solidaridad y ternura; por las manos acogedoras y las
miradas comprensivas; ante los silencios compasivos y las lágrimas compartidas;
por tantos abrazos, besos virtuales, diferidos; por las conversaciones íntimas
que renacen y creíamos perdidas.
Felices quienes salen cada tarde a
aplaudir por el servicio desinteresado, por el trabajo bien hecho y con
alegría, por la solidaridad para atender a tanta gente necesitada, sin
recursos, abatida, por la esperanza que resurge ante las personas que se dan
sin esperar respuesta.
Felices quienes no dejan doblegar su
ánimo por las circunstancias, le echan imaginación y ponen música a los vecinos
desde sus terrazas, juegan con sus hijos, llaman cada día a la abuela que está
sola en su piso, crean y difunden canciones o poemas para que vuelen de nuevo
las ilusiones.
Felices quienes, a pesar de un posible
contagio, se ofrecen a llevar la comida, las medicinas e incluso dan compañía a
muchas personas que lo precisan, haciendo que brillen de nuevo unas miradas
llenas de confianza y agradecimiento.
Felices quienes no hacen caso a los
sucesos que no aportan nada positivo; quienes buscan desmentir las noticias
falsas con la verdad de los hechos; quienes arriman el hombro y alejan de sí el
odio, la división, la mentira y solo buscan el entendimiento, el acuerdo y la
reconciliación.
Felices quienes hacen de su
confinamiento un tiempo para crecer humana y espiritualmente, leyendo,
escuchando música, meditando, pintando…; siendo solidario con las causas más
justas; llevando entusiasmo a quienes tienen a su lado; haciendo que su casa se
convierta en un lugar de espacios infinitos, habitado por la dicha y la
acogida.
Felices a quienes estos momentos de
incertidumbre no les sumerge en la depresión y el desaliento, poniendo solo
impedimentos e inconvenientes, sino que lo sienten como un motivo para buscar
soluciones imaginativas, concretas, posibles, para ayudar a crear, en conjunto
con otra gente y dentro de sus posibilidades, un mañana mejor, más justo,
fraterno y solidario.
Felices a quienes la soledad les invita
a sentirse más cercanos a toda la Humanidad; la familia a fortalecer los lazos
y recrear la identidad común; las cuatro paredes entre las que se encuentran, a
sentirse parte del Universo que les rodea; el silencio a reflexionar y entrar
dentro de sí, para buscar lo esencial y valorar lo más importante de la vida.