como de aturdimiento e
insensibilidad,
fue el gélido destello final
de ese insuperable sentimiento
de tantas horas agostadas,
estériles.
Ya era tarde cuando se dio
cuenta
de todo lo que le estremecía
por dentro,
y que se quedó sin compartir
ni recibir la atenta escucha.
Como la ola que se extingue
sobre la playa vacía de la
soledad,
como el eco sin resonancia
o el último vagón alejándose.
Así salió al atardecer,
rendido y silente,
por las veredas del tibio
olvido.
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