no distingo las piedras
incisivas,
ni la antigua senda marcada.
Me hieren las ramas de los
árboles
y el viento saja con su filo
mi piel.
Las nubes eclipsan
cualquier destello
o el breve fulgor
de una remota estrella.
La niebla confunde
mis pasos vacilantes,
sin una mano a la que asirme.
Ni siquiera aparece en la
noche
la cara oculta de la luna.
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