ni intentar convertirnos en
uno más,
porque ya lo somos.
Lo único que tenemos que hacer
es dejar brotar la poesía
que está latiendo en nuestro
interior
y buscar la mejor forma de
expresarla.
*
Podemos emprender cada nuevo
día
recordando las cenizas que nos
dejó el ayer.
O atrevernos a salir de
nosotros mismos, bajar a la calle
y dejarnos sorprender por
nuevos destellos.
Siempre de comienzo en
comienzo.
*
De la fuente las gotas van
cayendo, una tras otra,
sobre una esponja que hay
justo debajo:
no se oyen, descienden leves,
en silencio.
Y la van empapando,
lentamente,
hasta que llega un momento en
que rebosa.
*
Cuando éramos niños reíamos
despreocupados.
De adolescentes nos reíamos
siempre, alocadamente.
Según nos hicimos adultos
fuimos dejando de reír.
Al llegar a la sabiduría de la
ancianidad nos reiremos
de muchas tonterías y
preocupaciones sin sentido.
Algo esencial en la vida es no
perder nunca
el don de la risa o, al menos,
la sanadora caricia de la
sonrisa.
*
En medio de un mundo tan
inhumano,
con tanta violencia, xenofobia
y exclusión,
no podemos dejar que nos roben
la inocencia,
ni que nos priven del don de
alegría,
ni que nos arrebaten esos
brotes de ternura
que consiguen hacer que
florezca la rosa
en medio del desierto.
*
En todo lo que vibra y
sentimos como la más honda humanidad,
en el anhelo por vivir cada
día más humanamente,
en el esfuerzo por devolver y
afianzar la dignidad humana,
late y se hace tangible la más
auténtica trascendencia.
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