Mis versos acarician la noche
y recorren tu espalda,
húmeda de gotas de rocío,
la piel que renace en la amanecida,
desvelada por las yemas
recién brotadas de la rama.
Revolotean jilgueros y suspiros,
silentes palabras como miradas,
la ola que crece ineludible
y tú en su cresta,
como una diosa de espuma
aspirando el néctar de la brisa,
cabalgando, dirigiendo poderosa
los círculos del agua,
la tormenta impetuosa
que nos humedece…
Pero el sueño vuelve
a entornar mis párpados
bajo las sábanas y el anhelo,
que de nuevo cae
tibiamente
en el vacío.
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