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domingo, 26 de julio de 2015

Impresiones de un poeta en Nueva York

Los muros del Sur no se divisan
desde el Empire State Building.
Una multitud de mil lenguas y razas
contempla un mar de rascacielos
desde su propio anhelo.

Allí arriba no se escuchan los llantos,
no te ahogan las lágrimas
de los niños y niñas
devueltos en caliente.
México, Guatemala, Honduras
reciben de nuevo con dolor a quienes
intentaron alcanzar un cielo
gris, frío, contaminado,
oculto en un cuarto compartido,
para dar a luz aspiraciones
de un futuro más digno
y remesas de sobrevivencia.

El puente de Brooklyn
lo cruzan diariamente
cientos de turistas,
empleados de vuelta a casa,
sanas personas en bicicleta,
estudiantes, judíos ortodoxos…
Y amas de casa negras divirtiendo
en el metro a sus hijos e hijas,
de vuelta al hogar
en un weekend cualquiera.

No problem. Yes, we can.

Desde el edificio Chrysler
no se perciben los ecos de las muertes por ébola,
las masacres de Gaza, Siria, Libia e Irak,
o las alambradas electrificadas
y las torturas de Guantánamo.

Decenas de universitarios
leen tranquilamente en los parques
que se extienden apacibles, relajantes
ante tanto estrés y tensiones diarias,
mientras un grupo de jazz interpreta
canciones melódicas que invitan
a olvidar cualquier preocupación.

Entre tanto, las divertidas ardillas
se deslizan entre nuestros pies
y suben ágiles a los árboles
frondosos, protegidos, bien cuidados,
dando sombra a los jubilados
sin protección, ni sanidad pública,
ni atención alguna para sus hijos
que trabajan en la 34th.St.

Media hora en autobús
camino hacia Broolyn a las 6p.m.,
y solo suben mujeres negras,
empleadas en las tiendas de la zona,
que vuelven a sus casas oscuras, tristes,
mientras sus maridos las esperan taciturnos
con una cerveza en la mano,
sentados en un destartalado sillón
desde el que miran un partido de baseball.

Pero también se pasean por las calles
cuerpos esculturales de hombres y mujeres,
vestidos con ropas de marca,
que recorren la 5th.Ave.
buscando las últimas modas,
el modelo de esta temporada,
el bolso o el reloj que cuesta el sueldo
de varios meses de cualquier obrero
de la construcción de la Zona Cero.

Las Torres Gemelas del World Trade Center
cayendo derrumbadas, inmisericordes,
no se acaban de borrar de nuestras pupilas
traspasadas por el espanto del fanatismo.

En su lugar, hoy,
cuatro cascadas de agua
caen sin parar
como un  recuerdo permanente
de las tres mil personas
que se precipitaron
o se incendiaron
y se evaporaron
en un gran misterio de la iniquidad.

Y todo ese agua vuelve a desaparecer
en un pozo central aún más hondo.
Como un gran agujero negro cósmico.

Como el oscuro dolor que provocan
las multinacionales de la muerte,
las fábricas de armas de la muerte,
los brokers de Wall Street
vendiendo acciones de muerte,
las guerras que planea el Pentágono
con sus efectos colaterales de muerte,
las farmacéuticas con sus patentes de muerte,
el consumo desenfrenado que produce
en los países del sur tantas muertes,
el  imperio y sus apocalipsis de muerte
antes de su agónica muerte él mismo.

Good morning, how are you?
Excuse me, Welcome…
Personas amables, educadas,
te acogen y saludan y da gusto
sentirse así, tan bien acogidos.

Aunque muchas de ellas, a la vez,
aplaudan la pena de muerte ,
defiendan la violencia policial
contra los negros,
la protección de la venta
y posesión de armas,
la miseria en el mundo
frente a la opulencia
de los United States of America.

La religión es la base de la nación:
In God we trust,
escrito en los billetes de un dólar.
Decenas de religiones, sectas, creencias,
unidas a un destino en lo universal
hacia Dios.

Religiones que sustentan y defienden
la política imperial de su país,
aunque también sean cauce, en algunos casos,
de la caridad, el amor más auténtico,
más vital, la solidaridad más real,
hasta la persecución y la cárcel
por los derechos civiles, las mujeres,
las minorías, los pueblos.

Que ocupan Wall Street anhelando
una nueva sociedad.
El 15M en el corazón del imperio.

Cuando recorres en barco
la bahía de New York
y fotografías la Estatua de la Libertad,
piensas, al caer la tarde,
que una ciudad, un pueblo tan generoso
aún podría ser diferente.

Un sueño en el que el Money God
y la prepotencia ante las demás naciones
cayeran abatidos para siempre
como otras Torres opresoras,
y ascendiera como incienso
un mañana distinto, luminoso,
contemplado desde las frondosas orillas
del Hudson river.

(Agosto de 2014 - Abril de 2015)




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