En mí palpita insólita, en plenitud,
la memoria de la evolución
desde su explosión primigenia.
Unos catorce mil millones de años.
Más o menos.
Por eso, al mirarte,
se refleja en tu pupila
todo el universo,
gélido como los espacios interestelares,
ardiente como el corazón de las estrellas.
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