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martes, 12 de junio de 2012

Sé que existes en mí

Tu huella labrada sobre arenisca ha dejado
algo profundamente significativo en mí.
Sé que existes en mí.
Siento que me estás viviendo más allá de mí.

En cada beso te devuelvo a la vida,
tú, el don por el que me percibo vivo,
tú, la respuesta definitiva a mis dudas,
tú, mi milagro descifrado en lo cotidiano.

Amanezco como tierra en secano sin tu agua viva,
eres el aliento de mi resistencia.
No siembro en ti más que ardor amasado en dolor,
y no recojo más que frutos de amor.
Gozo de ti en la permanencia del tiempo,
caminando sobre el lecho de tu presencia
que se me ofrece como un don
para agradecer y explorar lo desconocido,
para continuar descubriendo tu misterio…

Mi gozo y mi indignación, tú,
que pueblas mis momentos de intimidad
como sombra, ola, brisa,
serena certidumbre, sosiego, acicate.
Tú, racional buscadora de sentido
que asientas mis pies sobre el polvo del camino,
música que solaza mi corazón,
mi hermosa y vibrante sinfonía,
mi palabra aún no escrita...
El abrazo entre la tierra que eres tú
y el mar que soy yo adquiere
la forma de un pálpito vibrante.

Tú, mi propio sentimiento,
tantas veces sobrecogido
a corazón abierto,
escarpada cumbre y valle al unísono,
todo respira anhelante en ti.

Tú, mi ciudad del alma, mi patria, mi fe,
mi geografía interior,
me encaramo hacia ti
para intentar acariciar tu cielo…

Somos como ondas de un río
que parten de un mismo centro:
el sorprendente prodigio de la vida.

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