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jueves, 6 de abril de 2017

La emoción de la nostalgia

Las hojas lobuladas del roble descienden planeando, 
leves,después de dejarse traspasar por la luz, 
para que la tierra a sus pies les conceda el merecido descanso.
El vello sedoso, su forma ovalada como la de un corazón y su último latido, 
no impide que las hojas del haya alfombren 
las raíces indolentes que se extienden a ras de suelo
cubiertas de musgo y líquenes.
El agua del río que un día palideció al contemplar impotente 
cómo se teñía  de sangre, les saluda
desde sus márgenes,resplandeciendo ahora transparente, sonoro, almo.
Incesantes caen también
las hojas de mis trémulos recuerdos.
Ya demolida y oculta bajo tierra la casa que vio nacer al niño que fui, 
desaparecidas las tiendas que frecuentaba,
el colegio en el que aprendí
a escribirlas primeras letras
que ahora me dan plenitud,
o los inolvidables amigos
que ahora son herida abierta,
huella, estela.
Como la de quien me enseñó
a ser feliz con el breve fulgor
de cada instante.
Esta es una de esas veladas tardes en las que me visita,
sin previo aviso, la indulgente
y apacible emoción
de la nostalgia.

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