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martes, 5 de marzo de 2013

Un sorprendente don cotidiano

He andado muchos caminos
he abierto muchas veredas…

(Antonio Machado)


Mi corazón ha transitado sin sosiego
por las sombras del abatimiento,
por los suburbios del desespero,
atravesando ríos de sangre y cieno.

Bajo las lágrimas colgantes de los sauces,
brotan sofocantes clamores silenciosos que,
como búhos nocturnos, suplicantes,
me dirigían una mirada anegada de agua y sal.

Permanecía ausente, indiferente,
anclado en un ayer sin horizonte,
observando inasequibles cumbres,
espacios ficticios, impasibles, radiantes.

Pero la tierra fecunda y doliente,
el hedor inmoral de las cloacas,
el pan mohoso en bocas sonrientes,
me condujeron hacia la esencia de la luz.

He andado a ciegas tanto tiempo,
que cada instante es ahora un fulgor
y sus destellos me han hecho recuperar
un corazón multiplicado.

Aunque entre la alegría y el dolor
exista un límite incierto,
un solo reflejo en el espejo del agua
presagia un sorprendente don cotidiano.

Soy deudor de mil afectos, y sé que
en mis manos palpita el misterio;
pues me acompañan las huellas indelebles
que han impreso en mí su herida luminosa.

Habito al fin confiado en este frágil universo,
sin pretensiones ni desvelos,
junto a la certeza ineludible de la espina
y la fragante esencia de la rosa.

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