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jueves, 24 de noviembre de 2011

Sal en la herida

Se fueron diluyendo las promesas
como la sal en la herida abierta,
emigraron en otoño las certezas
y la pasión amanecida tras la puerta.

En un instante impreciso fue la noche,
gélidas miradas como puñales en filo,
las palabras se transformaron en reproches,
manos abiertas, amenazantes, alma en vilo.

¿Cómo no intuyó la sospecha, el recelo,
la imposición velada, desafiante,
el puño apretado, la sumisión y su velo?

¿Cuándo se tornó gris la nube y su desvelo,
el dulce sabor de la vida, su olor penetrante,
la ternura de un ayer ya marchito de anhelos?
(Miguel Ángel Mesa)

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