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jueves, 3 de noviembre de 2011

No hay nadie

No hay nadie que pueda impedir
que derroche miles de estrellas,
que comercie con un gramo de esperanza,
que esparza a mi alrededor ascuas y centellas,
que la felicidad me invada con su danza.

No hay nadie que me pueda arrebatar
la combinación de mi plaza fuerte,
donde guardo mis bonos de claridad,
mis inversiones de ternura agreste,
mis ahorros de cuidado y amistad.

No hay nadie que pueda encarcelar
mi fe en el origen del polvo estelar
que hay oculto en cada pecho,
o la serena certidumbre de esperar
otra realidad que anhelo y acecho.

No hay nadie que me pueda robar
mi búsqueda, las dudas que me humanizan,
la verdes praderas de mis sueños,
mi aliento, las fronteras hechas trizas,
la lenta marcha hacia la cumbre de mi empeño.

No hay nadie que pueda comprar
el horizonte impreso en tantas miradas,
el sencillo amanecer de cada nuevo día,
la clara oscuridad de una noche callada,
el mar que en mí produce la herida luminosa de su ría.

No hay nadie que pueda impedir
que la caricia siempre incipiente del amor
acompañe mis pasos inciertos, mi canción,
el suave color de la belleza y su cálido ardor
que brota en manantiales de poemas, o en una oración.

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