Latidos traspasados por la ternura,
nuestros pechos moldeados en otra piel,
plena levedad de la simbiosis,
erguidos sobre el ardor de las brasas
o abatidos bajo el gélido
torpor de la sutil costumbre.
Huyo de la imagen retórica,
ampulosa de tu realidad multiplicada,
pues no hay más que vacío
y ceniza tras la penumbra de la falacia.
Para sentirte más allá de ti,
me adentro en tu mismidad,
desde la sima donde el olvido se desvanece
y resucita nítido en cada vestigio compartido.
Mujer que no poseeré jamás…
Siempre te has deslizado libre,
imperceptible entre mis dedos
empapados de rocío.
Nos sostenemos así con cada abrazo y su noche
premonitoria del sueño al fin desvelado,
que nos acogerá con la ferviente súplica
en los labios húmedos del beso,
para poder mantener
incólumes los anhelos,
trémulos los deseos: un insistente
y claro fulgor que nos deslumbre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario