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martes, 7 de enero de 2014

Mujer que no poseeré jamás

Latidos traspasados por la ternura,
nuestros pechos moldeados en otra piel,
plena levedad de la simbiosis,
erguidos sobre el ardor de las brasas
o abatidos bajo el gélido
torpor de la sutil costumbre.

Huyo de la imagen retórica,
ampulosa de tu realidad multiplicada,
pues no hay más que vacío
y ceniza tras la penumbra de la falacia.

Para sentirte más allá de ti,
me adentro en tu mismidad,
desde la sima donde el olvido se desvanece
y resucita nítido en cada vestigio compartido.

Mujer que no poseeré jamás…
Siempre te has deslizado libre,
imperceptible entre mis dedos
empapados de rocío.

Nos sostenemos así con cada abrazo y su noche
premonitoria del sueño al fin desvelado,
que nos acogerá con la ferviente súplica
en los labios húmedos del beso,

para poder mantener
incólumes los anhelos,
trémulos los deseos: un insistente
y claro fulgor que nos deslumbre.

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