Tenaz aprendiz de las fases de la vida,
diáfano como un destello de luz
o la ingenua delicadeza de una sonrisa.
El firmamento y su gélido ardor
como una invitación a la sencillez:
una gota de rocío lamiendo un brote de hierba
recién amanecido.
Un albor tan espléndido, tan frágil,
solo es viable y grávido
desde la trémula confianza
en unas manos amantes
y su fugaz instante eterno.
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