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miércoles, 24 de octubre de 2012

Cuando te encontré

De pronto, la luz.
Un relámpago, la claridad
absoluta de una certeza.

Todo cambió y de los ojos cayeron
las escamas borrosas de la duda.
De repente, la paz.
El camino incierto
adquirió sentido y equilibrio.

En un instante, la mirada.
Contemplé la serenidad
en unos ojos ansiosos,
y unos labios engañosos
afianzaron el futuro.

Se difuminó, sin más, el miedo,
los celos, las sombras de la noche,
la lluvia tan triste
calando en el corazón.

Epifanía, asombro,
mágica transparencia
en mi frente y en mis manos,
la libertad como una antorcha,
la lucha, la esperanza, la estrella
y su horizonte en la historia.
En el primer día de nuestra creación
aparecieron nuevas estrellas,
el sol y la luna
se abrazaron apasionadamente,
el ángel del mal perdió sus alas
y unos pasos sigilosos se adentraron
por las grietas abiertas
de nuestro primer beso.

Cuando te encontré
nada existía,
las tinieblas vagaban insomnes
y la búsqueda era como un grito
sordo, infranqueable.

Cuando te encontré
la luz se hizo clara como el día,
la noche dio su último respiro,
y, al fin, sentí el infinito alivio,
la ternura aleteando
por las aguas iniciales
del amor, volcán eterno cuya lava
nunca ha dejado de derramarse
arrasando de pasión, vivificando
mi espíritu, mi cuerpo exánime.

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