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domingo, 15 de enero de 2012

Pasiones subterráneas

A Julio, que regala sonrisas,
canciones y, alguna vez,
también lágrimas.


Pasiones subterráneas

Él deleita a los viajeros
de los túneles anónimos,
con los hermosos acordes
de las huellas y su memoria.

Ella, de vuelta de sus estudios,
sumida en sus pensamientos,
en sus más íntimos recuerdos.

Él, con los ojos cerrados,
recorriendo el mar de su infancia,
dejándose acariciar por la brisa y sus olas.

Ella, que se deja conducir
hacia la melodía que la reclama
desde lejos, desde muy adentro.

Él, que alza su mirada
y contempla cómo se acerca la joven
a su estrado público, respetado.  

Ella, que se queda inmovilizada,
contemplando cómo la guitarra
se deja seducir por el abrazo.

Él, habituado a que se detengan
y le escuchen atentamente,
la dedica una sonrisa.

Ella, que presiente una lágrima y,
luego, un desbordamiento

Él, que suspende los acordes,
y se pregunta por qué una canción de Silvio
ha podido causar tal aflicción.

Ella, como única respuesta,
sigue derramando océanos
de silencios, amargura, separación.

Él, con un nudo de impotencia,
le seca una lágrima y dice:
“la mitad de esas lágrimas, me pertenecen”.

Ella, que deposita una triste moneda
en la funda desgarrada,
y se dirige, abatida, hacia un incierto destino.

Él la mira alejarse lentamente,
y observa el reguero de melancolía
que van depositando sus tristes pasos.

Ella, que se pierde
tras el último recodo  
de ese trasbordo interminable.

Él, que nunca acaba de sorprenderse
ante los sentimientos, que afloran
en el centro de las pasiones subterráneas.




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